LO QUE NO DEBIO SUCEDER
De
continuar el nuevo gobierno
la política de erradicación
de cultivos ilícitos y
manejo de la violencia
actual, nos pasarán 4, 4, 4,
y todos los cuatros que
siguen, pasaremos del lugar
en que nos encontramos desde
hace décadas a la
profundización de la crisis.
Temo a que la
comunidad internacional se
canse de escuchar lo que
nunca ha creído (que la
erradicación de la coca es
responsabilidad de todos,
que la guerrilla es
terrorista y que el
paramilitarismo de estado se
acabó, que lo que ahora
existe, son grupos de
delincuentes) y nos de la
espalda y no continúe
colaborando como lo ha
venido haciendo.
Creo que se debe
iniciar la erradicación
concertada. Concertación con
los cultivadores a cambio de
qué.
De la erradicación de
cultivo sin buscarle
solución a los sueños de los
cultivadores hay un paso a
la guerrilla o al
paramilitarismo empresarial
degenerado a su máxima
expresión y liderado por
grupos de ganaderos de
oscura procedencia.
Los cultivadores de
coca conforman una población
que hace seis décadas,
después de quitarles sus
parcelas en la cordillera
andina fue expulsada a la
selva amazónica para que
muriera de hambre y no
murió, se alimentó de carne
de monte y pescado, mientras
los cultivos agrícolas que
sembraron en las riberas de
los ríos irrigados con limo
bajado del Sumapáz
maduraban.
Durante el largo
periodo secaban pescado y
cazaban tigrillos, tigres y
demás animales
comercializables sus pieles
para intercambiarlas por
granos, medicamentos para
enfermedades tropicales,
ropitas, machetes, carabinas
y tiros para la cacería a
embarcaciones que bajaban
hasta la frontera con
Venezuela y regresaban a
Puerto Lleras donde se
surtían de nuevo.
Cuando ya producían,
el estado prometió
comprarles las cosechas y
nada pasó; no tenían nada
que hacer con ella, al menos
que no fuera alimentar ratas
en las viviendas que les
servían de bodegas y las
echaron al río. Sembraron
Maguana, les fue mal,
trabajaban para los policías
que cobraban para no
encarcelarlos, cayó el
precio y cultivaron coca;
esa alcanzaba para comprar a
quien apareciera y quedaba
dinero; ahora, aun mueran
por esa causa, no la van a
dejar a cambio de nada, es
lo único que tienen para
vivir, aparte de la
violencia que se convirtió
en una empresa.
La coca y la
violencia son un modo de
vivir, no creo termine con
violencia del estado, es
producto del abandono total
a una población necesitada
por parte del estado y se
vio obligada a delinquir
para poder vivir; luego se
vinculó a ambos negocios una
clase emergente que buscaba
espacio en la sociedad
económica, quien para no
perder lo conseguido está
dispuesta a todo.
Un estado prepotente,
incomprensivo por
conveniencia, intransigentes
sus dirigentes, que nunca
soluciona nada por
considerar que hacerlo es
transigir ante quien debe
obedecerle sin condiciones
sus caprichosas
disposiciones, es perder
autoridad, está condenado al
desastre.
Negociar con el
propietario la erradicación
de una hectárea de coca a
cambio de su estabilidad
familiar proporcionándole en
su tierra de qué pueda vivir
sin problemas, es ganar, es
uno menos en la cadena de
inconvenientes a resolver.
Quien prueba la tranquilidad
no se arrepiente de
conocerla, se lamenta de
haber delinquido, deplora
haber vivido tanto
esquivando la justicia a
cambio de un sacrificio que
siempre conduce a la cárcel
cuando menos, porque siempre
es la muerte.
Delincuentes por
naturaleza penetraron el
negocio de la coca, crearon
el peor desastre en la
sociedad, la comprometieron
a participar mediante el
soborno y la persuasión; hoy
es un problema para ella
misma, no ve salida, y
cuando uno de ella intenta
buscarlo, muere.
La inversión social
es determinante para
eliminar la coca, la
guerrilla, el
paramilitarismo, la
violencia y la guerra. De no
aceptar esta realidad,
estamos en el camino a
derrotado y ya hemos
transitado más de dos
tercera partes; ningún
conflicto es sostenible en
el tiempo, y mientras
perdura, con razón o sin
ella, las laceras son
irreparables.
Hay que continuar la
guerra, no hay dinero para
la inversión social, es una
actitud perversa, con lo que
gasta el estado en guerra y
fumigaciones se hace la
inversión y sobra dinero,
pero no es negocio para los
empresarios de la guerra.
La inversión social
no es un aluvión de obras
sin planificación, no es
comprar bombas, subirlas a
un avión y lanzarlas sobre
una población que sueña
vivir y despertó en la peor
tragedia, es a mediano y
largo plazo.
Alejandro Ovalles Ángeles. |